Se nos fue Philip Seymour Hoffman ayer. Un actor relegado a papeles secundarios durante muchos años pero que gracias a una película dirigida por Bennet Miller y enfocada en el interesante Truman Capote le valió un Oscar como protagonistas y muchos papeles importantes a partir de la fecha. Una persona inolvidable, que trabajó en todas menos una de las películas de Paul Thomas Anderson. Pensar en su filmografía no hace más que comprobar que en muchas de mis películas preferidas siempre estaba él, con su encanto haciendo algún querible personaje, o transformándose en algo más frío y perverso (no puedo dejar de pensar en Before the devils knows you are dead). Scent of a woman, Twister, Magnolia, Almost Famous, The Boat that Rocked, Along Came Polly, Capote, The Savages, entre otras, tienen en común que son películas que vi cientos de veces y nunca me cansé de hacerlo, por lo que es probable que nunca lo haga. Si hasta el año pasado me cansé de decir lo mucho que quería que se llevara otro Oscar esta vez por su descomunal actuación a la par del grande de Joaquin Phoenix en The Master.
Me cuesta pensar, no lo acepto, que se nos haya ido tan pronto. Sin duda será muy extrañado. Su ausencia ya me duele.
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