01 septiembre 2014

Verte sonreír


Soy admiradora de esta mujer desde hace alrededor de quince años. Sí, es un amor de toda la vida. Crecí con ella. Crecí con la imagen de esa muchacha rebelde que se llevaba el mundo por delante. Que cometía errores, como todo el mundo. Que provocaba, que se buscaba a sí misma.
Y también fui testigo cuando abrió los ojos y descubrió que alrededor suyo había un mundo mucho más grande que el que se imaginaba. Cuando comenzó a preocuparse por la gente más necesitada y olvidada. Cuando decidió convertirse en madre, sola. Incluso cuando conoció a quien sería el hombre de su vida y la gente no hacía más que tildarla de come hombres. Como si Brad Pitt hubiera dejado a Jennifer Aniston sólo por ella, como si lo hubiera obligado, como si él no hubiera tenido nada que ver.
Y aunque al principio me costó creer en esta pareja, pues parecía demasiado perfecta para ser real, luego pude seguir ese amor y descubrir que no sólo era verdadero, sino que parecía más fuerte cada día. Y yo, que soy la persona más anti casamiento que pueda haber, la veo a ella, de blanco, y no me importa que sea la tercera vez que se casa y que no debiera usar blanco (¿al fin y al cabo quién hizo esas reglas? justamente las personas por las cuales hoy no me está interesando casarme), y me emociono.
Me emociona verla tan rodeada de amor, porque la siento a ella tan parte de mí, de mi vida.

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