01 marzo 2012

Amamos tanto el cine

Porque me puedo escapar a otros mundos. Porque me permito soñar. Vivir las fantasías de alguien más. Emocionarme hasta las lágrimas. Reír, cantar. No sé qué me enamoró del cine. Pero allí estoy, siempre a sus pies, esperando todo el tiempo descubrir esas películas que hacen que valga la pena no sólo verlas, sino el existir y aprender de ellas.

La última entrega de los Oscars (no hablaré mucho al respecto, fue muy predecible y por lo tanto bastante decepcionante), se caracterizó por homenajear al cine. Además las dos películas más nominadas y las dos más galardonadas de la noche son claros y distintos homenajes a este séptimo arte.

Confieso que cuando una película se transforma en la gran ganadora de cuanta entrega de premios y festivales haya, me da cierta sospecha. Con The Artist, un poco me pasaba eso.


Aún así, la idea de ver algo parecido a aquellas películas que ya no se hacen, me llamaba.

Y de repente, quedé enamorada.

The Artist es una película que homenajea al cine de antaño. Es una película de amor, entre dos personas, y por el cine.

Filmada en blanco y negro, muda (con algún que otro efectito de sonido en escena clave y una excepción al final), la película cuenta la caída del éxito de George Valentine (Jean Dujardin), un actor del cine mudo que no puede amoldarse a la aparición del cine sonoro.

El film empieza con la escena de una película que el actor protagoniza, en la cual él dice a través de una placa, 'No voy a hablar'. De casualidad, conoce a Peppy Miller (Berenice Bejo, actriz argentina radicada en Francia) y si bien en ningún momento lo dicen, se enamoran. Casi sin querer, él le abre el camino. Pero entonces aparece el sonido. 'Éste es el futuro', le dicen. 'Te lo regalo', contesta él. Y mientras su carrera va en picada, la de Peppy, que se convierte en la gran sensación del cine sonoro, no para de ascender.

Ambos actores están brillantes y parecen realmente salidos de esa época. Los gestos de Dujardin, la picardía de Peppy, esa actuación exagerada pero que a la vez se les sienta natural.

La película es muy linda. ¿Pero entonces por qué me molestó que las estatuillas más importantes de los Oscars fueran para ella? Ya sé que evidentemente yo no sé tanto de cine como la Academia (modo irónico on), pero me cuesta creer que Michel Hazanavicious sea mejor director que Scorsese. Y Jean Dujardin mejor actor que Gary Oldman, a quien ni siquiera habían nominado antes. No sé, digo.

Eso fue antes de ver Hugo. Y encima ayer la veo.


Martín Scorsese nos regala otro homenaje al cine, nos da una lección de historia, y encanta en un relato 'para toda la familia' y en 3D. Y, como hizo Meliés alguna vez, nos invita a soñar.

Fue tan agradable encontrarme con esta película cuando no sabía nada de ella, sobre qué se trataba. Porque  es un relato que parte de estructuras clásicas y personajes clásicos, pero llena de guiños que convierten al film en un festín para los cinéfilos.

Ben Kingsley logró emocionarme tanto, y el niño que interpreta a Hugo, un tal Asa Butterfield (hizo algunas películas antes pero yo no lo conocía), un niño que, como un relato digno de Dickens, queda huérfano y se aferra a una esperanza 'menor', y los ojos se le llenan de lágrimas cuando cree que no va a poder encontrar aquello que busca. Sacha Baron Cohen, actor que me cuesta mucho que me guste, está brillante como el 'villano'.

No quiero hablar mucho del relato porque es muy interesante ver sin saber demasiado sobre el argumento, porque está bueno ir descubriendo junto al protagonista, qué es aquello, quién es él...dejarse llevar.


'Ven y sueña conmigo' se dice en algún momento de la película. Y es la invitación que nos hace Scorsese. Y vale muchísimo la pena seguirla.

Dos homenajes al cine, dos enormes muestras de amor por este mundo de celuloide. Diferentes pero ambas deberían ser vistas y disfrutadas. Aún así, debo decir que Hugo me pareció muy superior.

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