Quería ser Barbra Streisand cantando "Never, never will I marry; born to wander till I'm dead". Nunca me casé. Nunca salí con un chico "en serio".
¿Qué es la felicidad al fin y al cabo? Insensibilidad. Eso dijo Tennesse Williams.
Aunque agridulce, el mensaje estaba claro. El amor se apaga. Woody se arriesgó; dejó que el público sintiera la tristeza del adiós en una película divertida.
El humor nos permite pasar por la vida con un mínimo de dignidad. Nos ofrece una forma inofensiva de soportar lo absurdo de la existencia.
¿Qué es la perfección al fin y al cabo? Es la muerte de la creatividad, creo yo, mientras que el cambio es la piedra angular de las nuevas ideas.
Dejaré de emprender proyectos inacabables y de adoptar soluciones estúpidas para llevar una vida plena.
Recordé la promesa que me había hecho a los dieciséis años de no tener relaciones sexuales antes de casarme. Por dios, me habría perdido muchísimo, sobre todo teniendo en cuenta que no me he casado nunca.
Comprendí que toda el amor del mundo no puede amortiguar la realidad del dolor.
Mi madre sabía una cosa: todo se reduce a la familia. Un día nos damos cuenta de que hemos pasado la vida con unas pocas personas. Es mi caso. Tengo una familia; dos en realidad, o tres, pensándolo bien. Están mis hermanos, y están mis hijos, pero también tengo una familia extendida. Las personas que han permanecido a mi lado. Las personas que han acabado siendo más que mis amigos; las personas que me abren cuando llamo a su puerta. A esto se reduce todo. A las personas que tienen que abrirnos las puertas, no porque siempre quieran, sino porque lo hacen.
Todo esto de vivir es demasiado. Demasiado, y no suficiente. Medio vacío y medio lleno.
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