Pero hablemos de música, si me lo permiten, unos días después de terminado el año. Sé que no le dedico lo suficiente en este blog a ese aspecto de mi vida, porque en general me la paso escribiendo sobre cine, pero es fundamental para mí. Soy una persona que no puede salir sin sus auriculares, que su Ipod necesitaría ser de quinientos mil gigas si quisiera poner todo lo que "quizás tenga ganas de escuchar el día de hoy", y hasta quien en la oficina hace la de dj hasta el punto de seguramente hartar a quienes me tengan que acompañar.
Porque quien este año sonó más que nadie, en mis auriculares o desde el parlantecito en forma de minion que tengo en mi oficina, fue ella. Fue mi descubrimiento del año y alguien que musicalizó prácticamente todas mis semanas desde que la descubrí: Lana del Rey.
Y ese disco tan bello que es Ultraviolence. Porque he llegado a escuchar sus canciones miles de veces en un mismo día. Porque si paso unos poquitos días sin hacerlo, luego necesito hacerlo, como me dijo alguien una vez, como una droga, de manera compulsiva, porque sufro la abstinencia.
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